divendres, 21 d’octubre del 2011

La importancia de los intangibles

Algunas personas están teniendo dificultades en comprender que, además de su muy válida visión y acción sobre todo lo tangible que hemos de cambiar, otras vamos gradualmente enfatizando en la importancia de los intangibles.
Para ellas, como hermanas de lucha, va este intento de compartir punto de mira.

Cuando una pareja amorosa decide compartir techo y su vida cotidiana, acostumbran a abordar la gestión de un montón de aspectos tangibles. Buscan una casa, planean disponer mobiliario en ella, escogerán una nevera... Pero mucho más importante que todo esto, es lo que contemplan y planean de intangible. El proyecto se asienta sobre el deseo de dar y recibir lo mejor de cada cual, ofrecerse camaradería y soporte, poder vivir lo más plenamente posible aquello que llamamos “amarse”...
Sin todo esto el proyecto no existiría ni tendría ningún sentido. Los tangibles son secundarios, materializaciones, externalidades, podrán ser mejores o peores...
Pero los aspectos intangibles son anhelados con fuerza y esperanza confiada, son los primarios, el alma de la construcción que se quiere, y están interiorizados.

Pero sucede que, como herencia cultural, estamos acostumbradas a un tipo de “mirada” y albergamos unas creencias que subrogan los valores intangibles a la efectivización del mundo tangible. Así hemos sido formadas y manipuladas, llegando a creer masivamente que si no hay una nevera, el amor de una parejita será deficiente. Increíble, pero cierto.
Y, claro, todo esto lo venimos experimentando como contradictorio. Alguna cosa gorda no cuadraba, tampoco desde este punto de vista, en lo que se sostenía y promovía de manera establecida en el sistema.

Cuando hoy, en reuniones sociales, algunas vamos expresando y pretendiendo reconstruir cosas como “lo común humano”, “la comunicación sincera y sin segundas intenciones como forma política”, “un espacio poético, como concepción superpuesta de lo que hacemos”, “la experiencia transformadora de escuchar y tomar en cuenta la aportación de la otra” o, la grande de “tratar a las demás como una quiere ser tratada”, algunas personas creen que entonces nos desviamos hacia inconcreciones, hacia la parlanchinería ineficiente, hacia la inacción... Y es porque las domina el sustrato de creencias que mencionábamos. Las escuelas, los hospitales, la comida, las viviendas, la moneda, los huertos, y todo lo relacionado con esto, pasa delante del sentido que nos anima a luchar para la mejora de estas cosas y a humanizar la Tierra.

Parece ser que ha sido el pragmatismo racionalista el responsable de haber sumido, en los últimos centenios, los aspectos interiores del ser humano en las creencias de que no son estos aspectos estudiables, concretizables, trabajables, potenciables, procesales y comunes.
Mientras todo se ha venido manipulando justamente en este espacio interior de las personas donde están los valores y los anti-valores, se hacían “fuegos de artificio” externos calificados sin mayor revisión de “progreso” y de “bienestar social”...

Ahora que todo esto se derriba y nos lo quitan, se hace necesario estar muy atentas a su equivalencia en nuestras creencias. Fácilmente continuamos creyendo que los tangibles lo son todo, y es porque somos hijas formadas en el esquema de creencias promovido por el sistema que ahora cae.
Cae lo de afuera, pero también cae lo de adentro. Son las creencias en la primacía de lo material y del consumismo individualista lo que, afortunadamente, también se está derribando, y esto, como bienvenidos fracasos, nos abre la puerta a la revisión de paradigmas.

Xavier Batllés – Barcelona, 14-09-11